jueves, 2 de octubre de 2014
Y tontos todos los días.
De esos días que si eliminaras de tu memoria y del calendario no causaría estragos, ya que ni aportan nada, ni son especiales por ningún motivo. De esos días que tu cara al irte a dormir es exactamente igual que la que tenías por la mañana al levantarte. Y la misma a la hora de almorzar. Y a las seis de la tarde. Y a las diez de la noche.
De los que, si te sientes triste, te entristecen aun más.
De los que, si te sientes feliz, te entristecen aun más.
De los que, si no sentías nada, hacen que te sientas triste.
De los que, más que llenarte, te vacían.
De los que, más que animarte, te consumen la energía.
De esos días que pasarías mirando la vida horizontalmente.
Días que llegan a un punto que parecen que te miran, te hablan y te hacen sentir culpable, como si tú tuvieras la culpa de que sea así de tonto o algo por el estilo. Lo peor es que el muy cabrón lo consigue, y te empiezas a sentir culpable.
Días tontos, días cabrones, días de mierda.
Y tú eres consciente de que un día de mierda está pasando, incluso te planteas cambiar el rumbo a mejor.
Perdemos el tiempo. El día se las arregla para volver a ser un cabrón y que todo vuelva a su curso de aburrimiento y asco en sus estados más puros.
Hoy ha sido un día para marcarlo en el calendario con un negro muy oscuro.
miércoles, 3 de septiembre de 2014
Última sesión.
Me sorprendí de mi misma, finalmente, saqué el valor necesario para confesar mi autodesgaste emocional, pero lo que más me sorprendió fue ver como la doctora ni se inmutaba tras saber que yo era la culpable de mis propios daños. ¿Acaso lo dedujo desde el principio? ¿Y si trata a personas como yo a diario? Entonces, ¿podría ayudarme a acabar con esto? Fuera lo que fuera, necesitaba respuestas.
+Eres consciente de que te has declarado la causa principal de tu problema, ¿no?
-Si.
+No te oigo, habla más alto.
-He dicho que si.
+Por favor más alto.
-¡SI!
+¡MÁS ALTO JODER!
Desperté en seco en el suelo de mi habitación por culpa de unos gritos que provenían del salón. Asomé la cabeza por la puerta y vi a mi padre jugando con mi hermano pequeño, causa de aquellos gritos que me habían sacado de mi burbuja. Estaba aturdida. No sabía cuanto tiempo había estado allí aislada, pero tampoco quería saberlo.
Volví a mi habitación y cerré la puerta. Encima del escritorio había un cuaderno abierto con algo escrito. Era una nota que me había dejado escrita a mí misma para recordarme algunas cosas. Cerré el cuaderno y me tumbé sobre la cama a pensar en qué cojones acababa de pasar. Realmente me había sentido valiente sacando a la luz todo aquello que guardaba tan fuertemente sellado dentro de mi, pero no. No fui valiente porque no había sacado nada. Volví a engañarme como tantas veces hice para autoconvencerme de que mi problema no era tan grave siendo mi propia psicóloga y acudiendo a mis propias sesiones. Era consciente de que la mayoría de chicas de mi edad no aplicaban esa solución a sus problemas. Incluso yo me habría llamado demente. Pero tenía que aceptarlo, tenía problemas, como todo el mundo. Algunos más graves que otros, pero no podía dejar que me consumieran.
Los gritos de mi padre y mi hermano pequeño cada vez se oían más fuertes. Me escondí entre sábanas mientras el sonido crecía y crecía. Ya no podía aguantarlo más, mis oídos estaban a punto de estallar... Y desperté.
Y me di cuenta de que todo seguía tal y como yo lo dejé.
martes, 19 de agosto de 2014
Segunda sesión.
miércoles, 13 de agosto de 2014
Primera sesión.
martes, 5 de agosto de 2014
Metafóricamente hablando.
Igual que el globo al que atraviesan con una aguja.
Hay muchas formas de explotar: el globo puede ser explotado por una piedra, por una aguja, o por una astilla de madera. Pero, ya sea por la piedra más grande que exista o por la astilla más diminuta e insignificante, el globo explota. En mil pedazos. Se desprende de todo lo que había mantenido guardado, como buenos sentimientos, recuerdos, risas...
Buenos sentimientos que se convierten en sensaciones grises que te abruman, recuerdos que se desvanecen hasta esfumarse, y risas que se convierten en muecas de dolor.
Si un globo se vacía, puedes volver a llenarlo. Como las personas cuando las debilitan, aparece alguien que afloja ese nudo que tu creías tener atado tan fuerte por culpa de... llamemoslo amor. Así que te enamoras y te aflojan. Te aflojan y te vacías de todas las buenas intenciones que mantenías guardadas. Pero, como el rayo de luz atrevido que asoma entre las nubes de tormenta, te reconforta que te aunque te hayan vaciado, con el tiempo, podrá llegar alguien que te ayude a volver a llenarte.
Pero, ¿qué pasa si el globo no está sólo vacío, si no que está roto?
Explotó en mil pedazos, no puede volver a llenarse, y aunque intentaras reconstruirlo no serviría de nada.
Se queda roto, como la persona a la que han conseguido explotar.