martes, 25 de octubre de 2016

Consuelo.

Me incorporé entre sollozos, apartando las sábanas, buscando un poco de aire y unos brazos que me rodearan y me dijeran: "Todo está bien."

Y los únicos que encontré fueron los mios.

sábado, 18 de abril de 2015

Papel en blanco.

Tengo muchas formas de desahogarme, de vaciarme. Escucho o compongo música, bailo o hago ejercicio. Escribo.
A veces suelo hacerlo de una forma un tanto extraña: cogiendo papel y lápiz, poniendo la mente en blanco y dejándome llevar. Tras varios minutos observo lo que hay sobre el papel, y alguna vez me sorprendía.

Ese día me decanté por hacerlo así. Cogí el papel y el lápiz, cerré los ojos y dejé que las emociones fluyeran.
Primero me sentí triste y noté como mis trazados eran tan suaves que se hacían cada vez más invisibles. La tristeza dio paso al enfado, primero, más leve, después, más agresivo, y mi mano apuñaló al papel como nunca antes lo había hecho. Tras de sí llegó la calma. Mi mano se detuvo unos minutos, hasta que sentí que la felicidad estaba intentado hacerse paso entre tanta mala hierba. Primero fueron trazados leves, elegantes, y poco a poco se fueron intensificando más y más, tanto, que parecían reírse bajo la punta de mi lápiz. Yo también sonreía, hasta que me sentí eufórica y mi mano maltrató el papel con carcajadas.
Y llegó la calma.

Era el momento de terminar, el desahogo se había completado a la perfección. Mi mente estaba en blanco y ya no quedaba ninguna emoción. Me sentí aliviada.

Aún tenía los ojos cerrados cuando me paré a pensar en la de trazos que habría sobre el papel y el mal estado en el que se encontraría tras la paliza artística.

Abrí los ojos y la sorpresa me paralizó.
El papel estaba totalmente en blanco.

domingo, 22 de febrero de 2015

Era la vida.

Me di cuenta de que alguien me estaba observando mientras permanecía con la cabeza perdida entre los brazos. Noté como una mano se posaba sobre mi hombro, me sequé las lágrimas y levanté la vista despacio.
Era la vida.

-¿Qué te ocurre?-me preguntó.

+Que estoy harta de ti. Eres una máquina que sólo sabe fabricar falsas esperanzas.

-¿Qué te he hecho yo?

+Me dices blanco, me enseñas qué es blanco, me convences de que es blanco y cuando soy feliz me dices que es negro. Me cambias los papeles sin importarte si puede ser bueno o malo para mí. Me quitas las ganas de seguir.

-No digas eso, yo no te lo hago.

+Eres tú la culpable de que todo acabe volviendose en mi contra.

-¿Por qué me acusas a mí? Yo soy la que te pone las cartas sobre la mesa, la que te ofrece todas y cada una de las opciones, la que no te obliga a decidir qué hacer o qué camino escoger. Yo propongo tus pasos: propongo tus triunfos y derrotas, tus éxitos y fracasos, tus miedos y tus deseos, pero no te impongo cuál escoger. ¿Y si la culpable de todo eres tú? ¿ Y si eres tú la que decide ser derrotada, la que decide fracasar?

-¡Eso es absurdo! ¿Y cómo se supone que  he decidido fracasar y dejarme ser derrotada?

+Tirando la toalla. Dejando de luchar.

jueves, 2 de octubre de 2014

Y tontos todos los días.

Hoy ha sido un día tonto.

De esos días que si eliminaras de tu memoria y del calendario no causaría estragos, ya que ni aportan nada, ni son especiales por ningún motivo. De esos días que tu cara al irte a dormir es exactamente igual que la que tenías por la mañana al levantarte. Y la misma a la hora de almorzar. Y a las seis de la tarde. Y a las diez de la noche.
De los que, si te sientes triste, te entristecen aun más.
De los que, si te sientes feliz, te entristecen aun más.
De los que, si no sentías nada, hacen que te sientas triste.
De los que, más que llenarte, te vacían.
De los que, más que animarte, te consumen la energía.
De esos días que pasarías mirando la vida horizontalmente.

Días que llegan a un punto que parecen que te miran, te hablan y te hacen sentir culpable, como si tú tuvieras la culpa de que sea así de tonto o algo por el estilo. Lo peor es que el muy cabrón lo consigue, y te empiezas a sentir culpable.
Días tontos, días cabrones, días de mierda.

Y tú eres consciente de que un día de mierda está pasando, incluso te planteas cambiar el rumbo a mejor.
Perdemos el tiempo. El día se las arregla para volver a ser un cabrón y que todo vuelva a su curso de aburrimiento y asco en sus estados más puros.

Hoy ha sido un día para marcarlo en el calendario con un negro muy oscuro.


miércoles, 3 de septiembre de 2014

Última sesión.

Me sorprendí de mi misma, finalmente, saqué el valor necesario para confesar mi autodesgaste emocional, pero lo que más me sorprendió fue ver como la doctora ni se inmutaba tras saber que yo era la culpable de mis propios daños. ¿Acaso lo dedujo desde el principio? ¿Y si trata a personas como yo a diario? Entonces, ¿podría ayudarme a acabar con esto? Fuera lo que fuera, necesitaba respuestas.

+Eres consciente de que te has declarado la causa principal de tu problema, ¿no?

-Si.

+No te oigo, habla más alto.

-He dicho que si.

+Por favor más alto.

-¡SI!

+¡MÁS ALTO JODER!

Desperté en seco en el suelo de mi habitación por culpa de unos gritos que provenían del salón. Asomé la cabeza por la puerta y vi a mi padre jugando con mi hermano pequeño, causa de aquellos gritos que me habían sacado de mi burbuja. Estaba aturdida. No sabía cuanto tiempo había estado allí aislada, pero tampoco quería saberlo.
Volví a mi habitación y cerré la puerta. Encima del escritorio había un cuaderno abierto con algo escrito. Era una nota que me había dejado escrita a mí misma para recordarme algunas cosas. Cerré el cuaderno y me tumbé sobre la cama a pensar en qué cojones acababa de pasar. Realmente me había sentido valiente sacando a la luz todo aquello que guardaba tan fuertemente sellado dentro de mi, pero no. No fui valiente porque no había sacado nada. Volví a engañarme como tantas veces hice para autoconvencerme de que mi problema no era tan grave siendo mi propia psicóloga y acudiendo a mis propias sesiones. Era consciente de que la mayoría de chicas de mi edad no aplicaban esa solución a sus problemas. Incluso yo me habría llamado demente. Pero tenía que aceptarlo, tenía problemas, como todo el mundo. Algunos más graves que otros, pero no podía dejar que me consumieran.
Los gritos de mi padre y mi hermano pequeño cada vez se oían más fuertes. Me escondí entre sábanas mientras el sonido crecía y crecía. Ya no podía aguantarlo más, mis oídos estaban a punto de estallar... Y desperté.

Y me di cuenta de que todo seguía tal y como yo lo dejé.

martes, 19 de agosto de 2014

Segunda sesión.

Hacía una semana de mi primera visita al psicólogo, y ya tenía claro que debía volver a su consulta. Necesitaba que me escuchara, desahogarme un poco también y borrar de una vez todo lo que me atormentaba de mi cabeza. Y en el fondo, me volvía loca el hecho de no saber qué clase de conclusiones podía sacar la doctora de mi historia.

+Un placer volver a verla, aunque en realidad que alguien vuelva a un psicólogo no es motivo de alegría... Dejémoslo en que me alegra volver a verla como colega.

-Igualmente, doctora. He estado a punto de echarme atrás, pero finalmente decidí volver, por mi bien,

+No tienes que dar explicaciones a nadie, aquí cada uno viene cuando realmente quiere. Y bien, si estás preparada, me gustaría saber como continua la historia de hace una semana.

-Como le conté, yo no quería deshacerme de mi amiga así como así y eso empeoró mucho las cosas con mis amistades y mi chico. Cada día iba a peor. Primero discutíamos, luego me buscaba y me pedía perdón y yo la perdonaba, pero el dolor permanecía siempre intacto. 

+Pero, ¿qué daño te hacía ella? Es decir, ¿cómo te atacaba? ¿Es que te pegaba?

-Nunca me puso la mano encima, el daño era psicológico. Hacía comentarios despectivos sobre qué llevaba puesto, me llamaba flacucha y fea, me decía que nadie me quería realmente ni si quiera mi novio, que jamás atraería a nadie físicamente... Y yo me lo creía todo. Es decir, mírame. Ella tiene razón. Nadie se fijaría en mi porque no llamo la atención.

+Interesante... Así que tu amiga, probablemente celosa de ti, te atacaba psicológicamente para ella sentirse mejor, y tú alimentando su ego siguiéndole el juego.

-Para nada, ella no sentía celos de mi. Me decía que quería ayudarme a mejorar, que me iba a cambiar para que gustara más a simple vista, pero luego nunca lo hacía. Simplemente, cuando tenía ocasión me atacaba sin parar hasta debilitarme por completo. Era una continua lucha donde yo siempre perdía.

+¿Nunca te has enfrentado a ella? Es decir, ¿le has plantado cara para que pare alguna vez?

-Constantemente. Me dice que no volverá a hacerlo y que ella lo siente más que yo, pero al día siguiente volvía a la carga, como si se le olvidaran sus propias palabras. 

Estar hablando de todo esto me sentaba bien pero a la vez también me dolía. ¿Y si ni si quiera un psicólogo podía ayudarme con esto? Entonces todo se me vendría abajo. No habría nada más que hacer y tendría que soportar esos ataques otra vez, cada día, hasta que mi amiga se cansara de mi. 

+Esto es extraño. Yo te miro y veo en ti a una chica fuerte y valiente, independiente y por supuesto capaz de obviar lo falso y hacer frente a lo verdadero. Lo que no entiendo es como es posible que a pesar de que tú eres así, te dejes llevar tan fácilmente por un amiga, le creas todo y cuanto sale de su boca, y mucho peor, que no zanjaras todo esto desde el primer momento que comenzó a atormentarte. ¿Quién demonios es esa chica?

-Soy yo. 


miércoles, 13 de agosto de 2014

Primera sesión.

-Es la primera vez que estoy en un lugar como éste. Jamás pensé que llegaría a tal grado de necesidad, le agradecería que fuera suave conmigo.

Increíble. Me había tirado a la piscina pero desgraciadamente,  por la opción más fácil. Pensaba que podía, lo pensaba hasta el punto que me lo creí, pero parece que era mentira.  
Ahora, centrémonos en lo importante: soy una chica, tengo 23 años, y estoy en el psicólogo. Triste, ¿eh? Pues tú tienes la culpa, aunque será mejor que dejemos hablar a la doctora.

+No tiene de qué preocuparse. Trato con personas como usted a diario, nadie va a juzgarle y nada va a salir de estas paredes que nos rodean. Pero antes de comenzar necesito saber si usted está aquí por obligación o por voluntad propia.
-¿Podría decir que yo misma me he obligado?
+Sí. Ahora me gustaría saber el motivo de porqué está aquí.
-Todo comenzó hace unos años. Conocí a una persona, una chica, para ser más exacta. Ni si quiera se como pudimos hacernos amigas, no me gustaba como era pero parecía que congeniábamos bien. Al principio de la relación parecía que nos conocíamos de toda la vida, era increíble. Adorábamos estar juntas, nos divertíamos mucho y a mis amigos también le caía bien. No tenía problemas con ella.
Con el tiempo la relación se fue haciendo cada vez más fuerte, nos lo contábamos todos y nos ayudábamos mutuamente, era mi mejor amiga y la quería como a una hermana.
 Pero la felicidad duró poco, todo se esfumó y ni si quiera me di cuenta.
+¿Qué hizo que todo cambiara de la noche a la mañana?

Realmente estaba en un psicólogo. ¿Quería estar ahí? Si y no. ¿Por qué estaba ahí? Porque lo necesitaba. 
Necesitaba que alguien me dijera ''te comprendo'', ''se lo que estás sintiendo'' o ''puedo ayudarte'' y no lo típico de ''deja de ser así'', ''solo consigues hacerte daño'' o lo que siempre me ha matado de ''no solo te haces daño tú, también nos lo haces a nosotros''.
De verdad, si te busco es porque necesito consejos, necesito ayuda, no que me estén recordando constantemente lo que ya se. ¡Así no se ayuda a nadie! ¿Quién le dice a una persona suicida ''te vas a matar''? ¿Pretendes ayudarle diciéndole lo que es obvio y lo que él sabe? Claro que sabe que se va a matar, imbécil. 

-Conocí a un chico y empecé a salir con él. Me gustaba mucho, era como una versión masculina de mi misma, quizá por eso nos llevábamos tan bien. Pero al mismo tiempo que la relación con mi amiga se rompía, ésta también. Las dos caían en picado como un avión apunto de estrellarse. 
+¿Se sentía celosa de él y por eso decidió terminar vuestra relación?
-No. Ella no tenía nada en su contra, sólo me atacaba a mí.
Al principio fue suave, me soltaba alguna que otra indirecta, dejaba palabras sueltas por el aire... Yo no quería hacerle caso, sabía que si lo hacía no me traería nada bueno, pero poco a poco la cosa empeoró. Empezaron las discusiones, los gritos, incluso una vez me obligó a encerrarme en mi habitación. Lo peor es que tenía razón, todo lo que decía era cierto y tan doloroso como diez puñales en la espalda. Mis amigos se enfadaban con ella cada vez que me atacaba, pero parecía que le daba igual. El chico que me gustaba no quería hablar con ella cuando estaba presente, todo el mundo la evitaba pero yo me sentía triste. Triste y mal. Era una persona más, solo quería tener amigos y sentirse bien, ¿por qué cerrarle mi puerta? Sí, es cierto, a veces me hacía daño, pero otras veces me curaba de los males ajenos. 
+Creo que vamos por buen camino, pero siento decirte que se nos ha acabado el tiempo. Tendremos que continuar otro día, en la próxima sesión, si estás dispuesta a venir. 

¿Estaba dispuesta a volver? La historia simplemente había comenzado, yo quería zanjar con todo pero no sabía si soportaría otra vez  la idea de estar bajo la mirada de una desconocida a la que le estaba contando un problema mientras ella sacaba, por un lado, conclusiones que luego compartiría conmigo a modo de ayuda, y por otro, conclusiones que jamás diría y que quizá sean las que realmente piensa.
Y eso me atormentaba. Pero aún así, lo necesitaba, por mi bien...

-Sí, supongo que volveré. Este es el único sitio dónde alguien realmente me escucha.