sábado, 18 de abril de 2015

Papel en blanco.

Tengo muchas formas de desahogarme, de vaciarme. Escucho o compongo música, bailo o hago ejercicio. Escribo.
A veces suelo hacerlo de una forma un tanto extraña: cogiendo papel y lápiz, poniendo la mente en blanco y dejándome llevar. Tras varios minutos observo lo que hay sobre el papel, y alguna vez me sorprendía.

Ese día me decanté por hacerlo así. Cogí el papel y el lápiz, cerré los ojos y dejé que las emociones fluyeran.
Primero me sentí triste y noté como mis trazados eran tan suaves que se hacían cada vez más invisibles. La tristeza dio paso al enfado, primero, más leve, después, más agresivo, y mi mano apuñaló al papel como nunca antes lo había hecho. Tras de sí llegó la calma. Mi mano se detuvo unos minutos, hasta que sentí que la felicidad estaba intentado hacerse paso entre tanta mala hierba. Primero fueron trazados leves, elegantes, y poco a poco se fueron intensificando más y más, tanto, que parecían reírse bajo la punta de mi lápiz. Yo también sonreía, hasta que me sentí eufórica y mi mano maltrató el papel con carcajadas.
Y llegó la calma.

Era el momento de terminar, el desahogo se había completado a la perfección. Mi mente estaba en blanco y ya no quedaba ninguna emoción. Me sentí aliviada.

Aún tenía los ojos cerrados cuando me paré a pensar en la de trazos que habría sobre el papel y el mal estado en el que se encontraría tras la paliza artística.

Abrí los ojos y la sorpresa me paralizó.
El papel estaba totalmente en blanco.

domingo, 22 de febrero de 2015

Era la vida.

Me di cuenta de que alguien me estaba observando mientras permanecía con la cabeza perdida entre los brazos. Noté como una mano se posaba sobre mi hombro, me sequé las lágrimas y levanté la vista despacio.
Era la vida.

-¿Qué te ocurre?-me preguntó.

+Que estoy harta de ti. Eres una máquina que sólo sabe fabricar falsas esperanzas.

-¿Qué te he hecho yo?

+Me dices blanco, me enseñas qué es blanco, me convences de que es blanco y cuando soy feliz me dices que es negro. Me cambias los papeles sin importarte si puede ser bueno o malo para mí. Me quitas las ganas de seguir.

-No digas eso, yo no te lo hago.

+Eres tú la culpable de que todo acabe volviendose en mi contra.

-¿Por qué me acusas a mí? Yo soy la que te pone las cartas sobre la mesa, la que te ofrece todas y cada una de las opciones, la que no te obliga a decidir qué hacer o qué camino escoger. Yo propongo tus pasos: propongo tus triunfos y derrotas, tus éxitos y fracasos, tus miedos y tus deseos, pero no te impongo cuál escoger. ¿Y si la culpable de todo eres tú? ¿ Y si eres tú la que decide ser derrotada, la que decide fracasar?

-¡Eso es absurdo! ¿Y cómo se supone que  he decidido fracasar y dejarme ser derrotada?

+Tirando la toalla. Dejando de luchar.