Me di cuenta de que alguien me estaba observando mientras permanecía con la cabeza perdida entre los brazos. Noté como una mano se posaba sobre mi hombro, me sequé las lágrimas y levanté la vista despacio.
Era la vida.
-¿Qué te ocurre?-me preguntó.
+Que estoy harta de ti. Eres una máquina que sólo sabe fabricar falsas esperanzas.
-¿Qué te he hecho yo?
+Me dices blanco, me enseñas qué es blanco, me convences de que es blanco y cuando soy feliz me dices que es negro. Me cambias los papeles sin importarte si puede ser bueno o malo para mí. Me quitas las ganas de seguir.
-No digas eso, yo no te lo hago.
+Eres tú la culpable de que todo acabe volviendose en mi contra.
-¿Por qué me acusas a mí? Yo soy la que te pone las cartas sobre la mesa, la que te ofrece todas y cada una de las opciones, la que no te obliga a decidir qué hacer o qué camino escoger. Yo propongo tus pasos: propongo tus triunfos y derrotas, tus éxitos y fracasos, tus miedos y tus deseos, pero no te impongo cuál escoger. ¿Y si la culpable de todo eres tú? ¿ Y si eres tú la que decide ser derrotada, la que decide fracasar?
-¡Eso es absurdo! ¿Y cómo se supone que he decidido fracasar y dejarme ser derrotada?
+Tirando la toalla. Dejando de luchar.