domingo, 22 de febrero de 2015

Era la vida.

Me di cuenta de que alguien me estaba observando mientras permanecía con la cabeza perdida entre los brazos. Noté como una mano se posaba sobre mi hombro, me sequé las lágrimas y levanté la vista despacio.
Era la vida.

-¿Qué te ocurre?-me preguntó.

+Que estoy harta de ti. Eres una máquina que sólo sabe fabricar falsas esperanzas.

-¿Qué te he hecho yo?

+Me dices blanco, me enseñas qué es blanco, me convences de que es blanco y cuando soy feliz me dices que es negro. Me cambias los papeles sin importarte si puede ser bueno o malo para mí. Me quitas las ganas de seguir.

-No digas eso, yo no te lo hago.

+Eres tú la culpable de que todo acabe volviendose en mi contra.

-¿Por qué me acusas a mí? Yo soy la que te pone las cartas sobre la mesa, la que te ofrece todas y cada una de las opciones, la que no te obliga a decidir qué hacer o qué camino escoger. Yo propongo tus pasos: propongo tus triunfos y derrotas, tus éxitos y fracasos, tus miedos y tus deseos, pero no te impongo cuál escoger. ¿Y si la culpable de todo eres tú? ¿ Y si eres tú la que decide ser derrotada, la que decide fracasar?

-¡Eso es absurdo! ¿Y cómo se supone que  he decidido fracasar y dejarme ser derrotada?

+Tirando la toalla. Dejando de luchar.