Hoy ha sido un día tonto.
De esos días que si eliminaras de tu memoria y del calendario no causaría estragos, ya que ni aportan nada, ni son especiales por ningún motivo. De esos días que tu cara al irte a dormir es exactamente igual que la que tenías por la mañana al levantarte. Y la misma a la hora de almorzar. Y a las seis de la tarde. Y a las diez de la noche.
De los que, si te sientes triste, te entristecen aun más.
De los que, si te sientes feliz, te entristecen aun más.
De los que, si no sentías nada, hacen que te sientas triste.
De los que, más que llenarte, te vacían.
De los que, más que animarte, te consumen la energía.
De esos días que pasarías mirando la vida horizontalmente.
Días que llegan a un punto que parecen que te miran, te hablan y te hacen sentir culpable, como si tú tuvieras la culpa de que sea así de tonto o algo por el estilo. Lo peor es que el muy cabrón lo consigue, y te empiezas a sentir culpable.
Días tontos, días cabrones, días de mierda.
Y tú eres consciente de que un día de mierda está pasando, incluso te planteas cambiar el rumbo a mejor.
Perdemos el tiempo. El día se las arregla para volver a ser un cabrón y que todo vuelva a su curso de aburrimiento y asco en sus estados más puros.
Hoy ha sido un día para marcarlo en el calendario con un negro muy oscuro.